Boletín de

Prevención de

Riesgos Laborales

 

 

 MAZ MATEPSS nº 11                                                          Mayo / Junio 2013 - Nº 18
 
 
 
 
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ARTÍCULO TÉCNICO

 

 

EL DUELO

Ana Miren Sierra Charola

Departamento de Prevención de Mutua MAZ.

Duelo

Cualquier cuestión que representa un momento de gran impacto emocional, vinculado con el ciclo de la vida, es decir con implicaciones en asuntos de vida y/ o muerte, tienen que ver con procesos de duelo o estrés post traumático.

Perder el empleo, sobrevivir a un desastre natural, sufrir un accidente de tráfico, o de trabajo, padecer una amputación, pasar por una enfermedad grave, enfrentarse con un trasplante, experimentar un acto de violencia, etc. también son acontecimientos que ocasionan idénticos estados. A pesar de las tragedias, también pueden existir  determinadas personas que experimentan felicidad por el simple hecho de encontrarse con vida.

Sentimientos de indefensión, ansiedad, profunda tristeza o melancolía, rabia, estados puntuales de agresividad, sentirse aturdido, momentos de impotencia, e incluso incapacidad para mostrar estados emocionales, cursan como  posibles reacciones ante sucesos dolorosos.

En general, la sociedad occidental no está culturalmente preparada como la oriental en la comprensión de estos procesos desde la vertiente más profunda y espiritual, donde se  asocian con la idea de transformación, oportunidad y adaptación a una nueva realidad, integrados en su filosofía de vida. El tiempo no lo cura todo, sin embargo saber que restituir la tranquilidad es un proceso que precisa de un periodo más o menos dilatado, sirve para sosegar al doliente.

Psicológicamente hablando, la Doctora Elisabeth Kubler Ross, experta en la materia clasifica en 5 las diferentes fases del duelo:

Inicialmente se puede pasar por unos momentos de negación o incredulidad ante lo ocurrido, para que   los dolientes, puedan ir asimilando el acontecimiento y el impacto que todo ello ocasiona. De ahí que con frecuencia se escuchen expresiones de “no me lo puedo creer” “es como si viviera un sueño”, debido a que la mente va procesando y permitiendo interiorizar y asimilar esta nueva información. La negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse.

Cuando esta primera fase va tomando su lugar puede sobrevenir un periodo de turbulencias, en el que se oscila entre estados de rabia, indignación, tristeza y en ocasiones depresión.

En función de la gestión emocional que se realice, el doliente puede ir afrontando los acontecimientos de pérdida, ruptura, despido, muerte, divorcio, etc.

Es una fase difícil, para la persona y sus familiares por el carrusel emocional que se experimenta.

El apoyo y la gestión realizada en esta fase tendrán especial relevancia para poder encarar el acontecimiento como un espacio de transformación personal y confrontación con la encrucijada que la vida plantea inexorable.

Debido a que los recuerdos no desaparecerán, pedir ayuda tanto médica como psicológica, apoyarse en recursos y técnicas que contribuyan a asimilar lo sucedido, descansar adecuadamente, alimentarse bien, son acciones que suavizan y ayudan a modular la intensidad del suceso en esta delicada fase.

Tras este periodo de difícil cuantificación, (cada persona es sensible a necesitar un tiempo de recuperación diferente), suele sobrevenir un periodo de pacto o regateo con Dios o una Entidad existencial, en aquellas personas que no son creyentes, debido a que  las personas quieren llegar a un acuerdo para sobrellevar lo acontecido y avanzar en el día adía de la nueva realidad.

No es inusual tener malos recuerdos o pesadillas. Es posible que se eviten los lugares o las personas que le hagan recordar lo ocurrido. Podrían tener problemas para dormir, comer, concentrarse. Muchas personas pueden tener malgenio y enfadarse con facilidad.

Estas son todas reacciones normales al estrés.

Puede que de inmediato se sientan invadidos por emociones muy intensas, o por el contrario los cambios comienzan tiempo después de que haya acontecido el suceso causante del estrés. Este acontecimiento puede llevar a la persona a reaccionar ante familiares y amigos de maneras extrañas.

A veces las personas tardan cierto tiempo en volver a la normalidad. Las soluciones no existen de manera inmediata, los psicoterapeutas (profesionales de la ayuda), dirigirán su actuación, hacia algunos de los siguientes aspectos:

  • Acciones encaminadas para tratar de continuar con la rutina normal, cuestión verdaderamente importante y delicada al principio
  • Atención en la ingesta de alimentos saludables, es mejor procurar no saltarse ninguna comida, y procurar no comer en exceso.
  • Hacer ejercicio para mantenerse activo
  • Procurar mantener la mente ocupada no PRE- OCUPADA.
  • relaxAceptar ayuda de familiares, amigos, la religión (si es creyente), potenciar los hobbies, procurar hablar de lo ocurrido con la gente de apoyo que se tenga. Potenciar y reforzar las conductas adecuadas, evitando las desadaptadas (aislamiento, soledad).
  • Disminuir o suprimir rumiaciones y pensamientos irracionales o especulativos, tales como frases encabezadas por “si yo hubiera hecho”.
  • Seguimiento médico y psicológico, si fuera necesario
  • Favorecer el revivir el trauma si fuera necesario, (intentar evitar pensar en lo acontecido no es aconsejable).
  • Para fortalecer el bienestar del doliente, revivir por medio de la visualización guiada recuerdos y emociones positivas, que ayudan a transitar la pérdida de manera más sostenible.
  • Darse autoinstrucciones positivas, representar papeles de enfrentarse a situaciones complicadas que producen ansiedad o miedo estableciendo recursos para superar el momento estresante
  • Detener el pensamiento cuando se dispara de manera irracional y galopante
  • Se trata de reestructurar pensamientos desadaptados, creencias irracionales, miedos infundados, comportamientos en definitiva que surgen y nos asustan, magnificando su significado y agrandando los nervios iníciales que se sienten percibidos como gigantes monstruos que no se pueden afrontar ni atravesar
  • Uso de técnicas de relajación para  ayudar a aumentar la capacidad del doliente y asumir la pérdida o acontecimiento traumático.
  • Respirar de manera pausada
  • Limitar el tiempo que se pasa viendo informes de noticias, viendo imágenes de lo ocurrido, sonidos relacionados con el suceso, etc.

Finalmente y tras la adecuada gestión del proceso, se adentra en una fase de aceptación, de lo acontecido.

El duelo se puede acabar, en cierto sentido, cuando la persona recupera el interés por la vida, cuando se siente más esperanzada, cuando experimenta gratificación de nuevo  y se adapta a nuevos roles, aun sabiendo que lo acontecido ocupará siempre un lugar preponderante e imborrable

El duelo es en principio un proceso normal que cumple con una función adaptativa. Siempre que se tengan recursos al alcance el proceso de duelo es más previsiblemente superable que cuando el soporte es escaso y el apoyo social inexistente.

Una de las cosas básicas que puede hacer la educación, a través del asesoramiento psicológico, es alertar a la gente del hecho de que el duelo es un proceso a largo plazo, y su culminación no será un estado como el que tenían antes del mismo. No se trata de un proceso lineal. Puede reaparecer y se tendrá que volver a trabajar.

Debemos sentir la energía positiva, con confianza y optimismo. Nuestra cultura  es la del rendimiento no la del bienestar. El bienestar se conquista  escuchándonos, dándonos cuenta y preguntándonos cada mañana:

¿Qué voy a hacer hoy por y para mí?

Esta es una forma de autoconciencia del cuidado personal que previene y pretende evitar males mayores.

Este tipo de actitud en definitiva, no es egoísta, es sin duda alguna, Inteligencia Emocional.

 

      

 

 

 
MAZ Mutua de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social nº 11